martes, 18 de marzo de 2014

River y una nueva decepción


Editorial del encuentro que el Millonario perdió por 3 a 2 ante All Boys. Carbonero, la figura. Los cambios de Ramón. Los errores de siempre y la expectativa en el campeonato. ¿A 4 de la punta, se puede soñar?

River no pega una. A esta altura, quien escribe, ya duda si más que una cuestión casual no son situaciones que se dan producto de la falta de confianza que estos jugadores tienen en sí mismos. Por lo general, desde que asumió Ramón Díaz, cualquier momento en el que River tiene que dar el zarpazo para colocarse a la expectativa de por fin pelear el campeonato hasta la última fecha, termina fallando.

Pasó con Arsenal, Quilmes, Unión y Argentinos en el Torneo Final 2013, con B*ca el torneo pasado, y con Lanús por la Copa Sudamericana. En el momento de dar una muestra de carácter, el equipo fallaba. O lo iba ganando y se dejaba empatar insólitamente, o lo tenía para ganar y erraba goles inerrables, o directamente se quedaba en el vestuario en relación a la actitud…

El partido con All Boys, lleva automáticamente a ese pensamiento nuevamente. River dominaba, era superior, lo ganaba, no le llegaban y hasta –si afilaba un poquito- podía liquidarlo en el primer tiempo. Sin embargo, en 5 minutos, la historia se dio vuelta. Una falta de Balanta, una barrera mal armada/parada, un bombazo al palo del arquero y una estupidez de Vangioni. 1-1 y con diez, difícil. Es decir, River tenía todo controlado… y por errores propios, se le fue de las manos.

Para colmo, en el arranque del segundo tiempo, cuando por decantación se sabía que All Boys se iba a venir encima los primeros minutos, el equipo salió desconcentrado y le hicieron un gol desde un lateral y otro de contraataque achicando hacia atrás…

Sí, River se autodestruye. O este plantel se autodestruye. Carece de caciques que reten, que ordenen, que levanten. Que peguen un grito desde la zaga cagando a pedos a sus compañeros cuando se desarman, que agarren la pelota todo el tiempo para intentar hacer jugar al equipo, que equilibren desde el carácter.
Es por eso que la bronca se transforma en resignación. No es la primera vez que la gente espera un gesto y el equipo no responde. No todos son culpables, aunque todos tienen su responsabilidad. Tampoco es cuestión de condenar eternamente a Vangioni, de aceptable nivel, aunque su tonta expulsión no responda a la actitud de un jugador profesional.

Menos que menos, cuestión de achacarle la derrota exclusivamente a los cambios de Ramón Díaz, aunque de movida hayan sonado polémicos. El ingreso de Kranevitter fue positivo, aunque dejó dudas la salida de Teófilo Gutiérrez... más teniendo en cuenta la nula participación de Lanzini. 

Tampoco es cuestión de decir que el partido fue malo de manera entera, ya que cuando uno desmenuza encuentra 75 minutos de aceptable nivel, y se queda con ese empujón del final, del equipo que con uno menos acorraló a su rival contra un arco, aún sin generar un mano a mano, sino con un merodeo constante.

Sin embargo, a esta altura, cuesta conformarse con las sobras. Cuesta mirar con optimismo un torneo que se regala y que River lo devuelve. Se vienen dos partidos claves, que –una vez más- demostrarán dónde está parado el Millonario en contexto a su competencia. De ganarlos, estaremos parados ante un candidato ideal para consagrarse campeón; de perderlos, significaría decir adiós definitivamente al Final 2014, y quizá también el final de un ciclo. Así de ciclotímico. Como el fútbol argentino. Como River.

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