| Mora, junto con Ponzio y Pezzella, de lo mejor de River Plate. |
River igualó el superclásico contra Boca por dos errores
propios y se quedó con un sabor amargo. El equipo de Almeyda fue más que el de
Falcioni, pero por las negligencias de siempre no supo cerrar el encuentro. Los
goles millonarios los convirtieron Ponzio y Mora.
El panorama era el ideal. A los tres minutos, River ganaba 1
a 0, la gente explotaba. Ellos estaban perdidos. Horas después, Somoza lo admitía
en público: “En el primer tiempo estábamos perdidos, pensé que nos goleaban. No
veíamos ni la pelota ni la cancha, llegábamos tarde a todas las pelotas”.
Pero… la historia reciente de River, siempre tiene un pero.
La actitud cambió. River cedió. La pelota para el rival, y el campo también.
Bien apretaditos atrás, y a tirarle bombas a Mora, que ayer parecía Messi –aunque
con más caídas-.
Este panorama de ‘contrataque’, el equipo de Almeyda lo
planteó desde el minuto 5 del primer tiempo. Aun cuando el rival acusaba el
golpe. Será la urgencia de ganar, el temor a perder, o la no grandeza que tienen
inmaculada en el pecho (¿o en la cabeza?) algunos de los nuestros.
Pese a la poca actitud ofensiva, el desastre que fue el
rival, permitió que River llegara al segundo gol, ¡¡y a través de una jugada
colectiva!! Trezeguet, que hasta los 25 del segundo tiempo no jugó mal, cambió
de frente –en dos toques- para Sánchez, y el uruguayo lejos de ponerse
nervioso, eludió a Albin y descargó con su compatriota Mora, para que este deje
tirado al “arquero” rival y estampe el segundo grito de la tarde.
La fiesta parecía completa. Pero… sí, un nuevo pero. River
no cambió su actitud, y decidió seguir esperando a un rival que sólo apostó al
pelotazo. La única manera de sufrir, era con un error propio. Y eso sucedió.
Un pelotazo a Silva que no pudo anticipar Pezzella, terminó
en asistencia para Lautaro Acosta, que cuando apenas recibió dentro del área,
cayó derrumbado por un patadón de Gonzalez Pirez. ¡¡UNA PATADA PROPIA DE
CRISMANICH!! Y no es por caerle a Leandro, pero además de criminal, el patadón
fue infantil. Propio de un tipo inseguro y atolondrado por cumplir su función.
El penal, rápidamente ejecutado por Silva, al que no llegó
Barovero, le reanimó el pulso a un rival que estaba muerto. Hundido en la peor crisis
de su año. Sin fútbol, sin juego, sin reacción. B*ca estaba entregado. Y River,
lo absolvió.
Si con dos goles de diferencia, los de Almeyda no salieron a
matar la pelota e intentar golear al rival, con uno sólo, la actitud iba a ser
clara. Se pudo liquidar de contra, pero la falta de astucia (y de estado físico
de un Trezeguet que pedía el cambio a gritos) atentó contra aquel objetivo.
Así y todo, River llegó al tiempo cumplido con la ventaja en
el marcador. Lunati adicionó tres minutos –si, sólo tres minutos-, pero lejos
de cambiar su actitud, River terminó de replegarse. Una contra, con Funes Mori –que
entró sustituyendo a Mora cuando faltaban 3 minutos-, Trezeguet y Sánchez como
únicos atacantes, terminó en un rebote que quedó en Leandro Paredes. El juvenil
visitante, con la paciencia de un veterano, avanzó a paso lento. 1, 2, 3… 12
segundos tuvo la pelota en su poder. Amagó para un lado, miró para el otro.
Todo ante la complaciente mirada de Cirigliano y Pirez, que cada vez que el rival
daba un paso adelante, ellos hacían lo propio pero para atrás.
Paredes descargó en Acosta, y éste tiró un centro. Uno más.
Silva la quiso bajar de pecho, pero la pelota cayó dentro del área. Bottinelli
estaba con Ervitti, pero… se resbaló. Y Barovero no esperaba que el rival
ingresara como una tromba. Salió, pero salió flojo de papeles. El ex Banfield
se tiró, y casi sin querer, decretó el empate.
91 minutos. Eso indicaba el partido. Eso duró la ilusión del
hincha. 75 menos, tardaron algunos jugadores y el cuerpo técnico, en romperla
en pedacitos. Una vez más, gracias.




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