| Un triunfo importantísimo. |
Un análisis sobre el triunfo Millonario en Sarandí, ante
Arsenal, por 4 a 0. El conjunto de Almeyda fue eficaz y consiguió una abultada
victoria, pero ¿el juego que se mostró es el que indica el resultado? Todo,
bajo la lupa de Cultura Riverplatense.
River jugaba como quería. O por lo menos, como su esquema y
nombres propios indicaban. Mejor dicho, River no jugaba, batallaba. “En
partidos chivos, de guapos no nos van a ganar” habrá pensado Almeyda cuando
confeccionaba su 4-4-2 compuesto por cuatro centrales y tres volantes centrales
con más quite que juego.
Dentro de la batalla futbolística, era más. Es cierto, no
hay que ser injustos. River fue superior a su rival cuando jugó mal, y mucho
más cuando jugó bien. Pero no pasemos al lecho de rosas aún. Quedémonos, por un
instante nomas, con las espinas del primer tiempo. Inexpresivo, puede ser un
gran calificativo para definir a River como equipo en la etapa inicial.
El gol de Ponzio abrió un partido que no era sencillo. ¿Qué
hubiese sido de River si se iba empatando al entretiempo? Sánchez demuestra
semana tras semana sus ganas de ser suplente. Al menos un partido. Y Funes
Mori, Ramiro, demuestra minuto tras minuto su incapacidad para ser salida por
el lateral izquierdo.
Bajo Cirigliano, River pasó a depender exclusivamente de Leo
Ponzio. Como siempre, el hoy capitán, demostró firmeza para recuperar y ganas
para jugar. Ganas y deseo no son sinónimo de capacidad. Y hacia allí fue River.
Al compás de su capitán. Y fue, justamente su capitán, el que marcó el primer
gol. Click. River se la creyó.
El objetivo, era claro. Quedaban cinco minutos para batallar,
y luego, cuarenta y cinco para jugar. River batalló los cinco minutos finales
de la primera etapa, y luego se dedicó a jugar.
Rápido para observar las falencias de su equipo, Almeyda mandó
desde el arranque del segundo tiempo a Affranchino, en lugar de Carlos Sánchez.
¿En qué puede cambiar el ingreso de un 8 por otro 8? En mucho. Vertical como
pocos, quizá hasta atolondrado, Sánchez le entrega una confusión constante a un
equipo que, hoy más que nunca, necesitaba una pausa. Y esa pausa,
paradójicamente, la encontró en Affranchino. El volante derecho se asoció con
Ponzio, y fue siempre una opción por el costado derecho, ya sea para desbordar
o para descargar.
El posterior ingreso de Lanzini, en lugar de Ezequiel
Cirigliano, le terminó de dar la soltura necesaria para brillar. Manuel, que
ingresó para jugar por izquierda, pero terminó jugando casi los 25 minutos en
los que participó de enganche, fue clave para asociarse con Ponzio, Aguirre –de
gran segundo tiempo- y Affranchino. Con la asociación de los cuatro, y las
buenas trepadas de González Pirez –también con buena segunda etapa-, Rodrigo
Mora pudo recibir la pelota redonda en más de una vez, y desde allí, River se
armó un festín.
Fueron 4, pudieron haber sido 6 si Mora estaba fino para definir, y más
también si River aceleraba en los últimos minutos. Lo más importante, fueron
los 3 puntos. Para rescatar, el segundo tiempo. Para olvidar, el esquema
inicial. Dejarse guiar por una goleada, sería tapar el bosque con un árbol.
River debe hacerse respetar en todas las canchas de la Argentina, y salir a ver
qué hace el rival, dista mucho de ese objetivo.




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