lunes, 7 de abril de 2014

El día que había que arriesgar y no se arriesgó


Editorial de la derrota de River en Córdoba ante Belgrano que dejó todo igual en la pelea por el campeonato.

Es difícil ser crítico con un equipo que en 10 días consiguió tres triunfos que valieron oro. Resulta complejo no estar de acuerdo con algunas actuaciones de tipos que le entregaron a toda la gente de River la semana más feliz de los últimos 5 años. Sin embargo, así es el fútbol.

Lejos está de quien escribe, tener la intención de hacer una editorial que lo muestre enojado sin mesura, como si la derrota de ayer hubiese sido una catástrofe. Sin embargo, quedan paréntesis que no dejan de llamar la atención, sobre todo por el contexto en el que se da la derrota.

Vayamos al día de ayer, alrededor de las 20:30 horas. El escenario indicaba que un triunfo, lo ponía a River como único líder de un torneo después de casi cuatro años. Un empate, lo subía a la cima con compañía mientras que una derrota dejaba el mismo panorama con el que se había comenzado la jornada: a uno de la punta. Es decir, ayer, para River, perder no era perder. En caso de existir, sería la derrota menos dolorosa de todas porque dejaría todo igual a como estaba antes de iniciarse el encuentro.

Era el momento, entonces, de arriesgar adentro del campo de juego. De ir a buscar un triunfo que te permita cerrar las dos semanas más perfectas del ciclo Ramón Díaz versión III. Era el momento de llevarse puesto a un rival que tiene muchas ganas pero poco fútbol, de encerrarlo contra su arco, en una cancha amplia, con el clamor popular y hostil bien lejos. Todo a favor.

Sin embargo, River pecó. Pecó de conformismo. También de poco estado físico, cosa que termina resultando lógica. Con el diario del Lunes, hubiese sido bueno apostar por Villalva en lugar de Cavenaghi –ya sea desde el arranque o cuando se efectuó la modificación- y por el ingreso de Kranevitter por Ledesma desde el arranque, para que el Lobo ingresará en el complemento a entregar la tranquilidad necesaria en los 30 minutos finales que, por lo general, definen un partido.

Ramón se mostró conforme con el punto y el equipo también. ¿Está mal? No lo sé. La igualdad, también te aseguraba la punta. Y ser puntero, siempre está bueno. Sea solo o acompañado. Sin embargo, el contexto tan favorable invitaba a arriesgar. Porque Ramón no estaba dispuesto a arriesgar. Por más de que la lesión de Ledesma le aceleró un cambio.

Queda expuesto con el cambio de Funes Mori. Con el cambio original, que era por Vangioni. ¿Por qué no por Rojas? Si el pobre Ariel estaba muerto –quedó expuesto en el segundo gol de Belgrano, cuando queda tirado luego de una embestida rival, con claras muestras de cansancio- y el Piri sin obligaciones defensivas te puede ganar un partido.

¿River perdió por eso? ¿Porque Funes Mori iba a entrar por Vangioni? ¿Porque Menseguez ingresó por Cavenaghi más para cubrir la subida de Quiroga que para ir a buscar el segundo gol? No. Claro que no. River perdió por dos errores individuales. Primero, uno propio: del gran Marcelo Barovero que falla desmesuradamente a la hora de atrapar el remate de Zelarayán. El segundo, del árbitro, que convalida algo que no vio ni que le señaló algún asistente directo.

¿Se va a caer el castillo por esto? ¿Se van a morir las ilusiones? ¿Vamos a mostrar enojo con el plantel y el cuerpo técnico? No, claro que no. La situación de River lejos está de ser una catástrofe. No es que está a 6 de la punta, o que viene de perder dos seguidos, o que no tiene ideas futbolísticas. Está a 1 de la cima, tiene muestras de fútbol más que interesantes y seguramente –por mérito propio y de los rivales- va a pelear el campeonato hasta el final.

Sin embargo, lo de ayer, duele por las formas. Era el partido que se podía perder. Y no se perdió por arriesgar.

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