Editorial de la derrota de River en Córdoba ante Belgrano
que dejó todo igual en la pelea por el campeonato.
Es difícil ser crítico con un equipo que en 10 días
consiguió tres triunfos que valieron oro. Resulta complejo no estar de acuerdo
con algunas actuaciones de tipos que le entregaron a toda la gente de River la
semana más feliz de los últimos 5 años. Sin embargo, así es el fútbol.
Lejos está de quien escribe, tener la intención de hacer una
editorial que lo muestre enojado sin mesura, como si la derrota de ayer hubiese
sido una catástrofe. Sin embargo, quedan paréntesis que no dejan de llamar la
atención, sobre todo por el contexto en el que se da la derrota.
Vayamos al día de ayer, alrededor de las 20:30 horas. El
escenario indicaba que un triunfo, lo ponía a River como único líder de un
torneo después de casi cuatro años. Un empate, lo subía a la cima con compañía mientras
que una derrota dejaba el mismo panorama con el que se había comenzado la
jornada: a uno de la punta. Es decir, ayer, para River, perder no era perder. En
caso de existir, sería la derrota menos dolorosa de todas porque dejaría todo
igual a como estaba antes de iniciarse el encuentro.
Era el momento, entonces, de arriesgar adentro del campo de
juego. De ir a buscar un triunfo que te permita cerrar las dos semanas más
perfectas del ciclo Ramón Díaz versión III. Era el momento de llevarse puesto a
un rival que tiene muchas ganas pero poco fútbol, de encerrarlo contra su arco,
en una cancha amplia, con el clamor popular y hostil bien lejos. Todo a favor.
Sin embargo, River pecó. Pecó de conformismo. También de
poco estado físico, cosa que termina resultando lógica. Con el diario del
Lunes, hubiese sido bueno apostar por Villalva en lugar de Cavenaghi –ya sea
desde el arranque o cuando se efectuó la modificación- y por el ingreso de
Kranevitter por Ledesma desde el arranque, para que el Lobo ingresará en el
complemento a entregar la tranquilidad necesaria en los 30 minutos finales que,
por lo general, definen un partido.
Ramón se mostró conforme con el punto y el equipo también.
¿Está mal? No lo sé. La igualdad, también te aseguraba la punta. Y ser puntero,
siempre está bueno. Sea solo o acompañado. Sin embargo, el contexto tan
favorable invitaba a arriesgar. Porque Ramón no estaba dispuesto a arriesgar.
Por más de que la lesión de Ledesma le aceleró un cambio.
Queda expuesto con el cambio de Funes Mori. Con el cambio
original, que era por Vangioni. ¿Por qué no por Rojas? Si el pobre Ariel estaba
muerto –quedó expuesto en el segundo gol de Belgrano, cuando queda tirado luego
de una embestida rival, con claras muestras de cansancio- y el Piri sin obligaciones defensivas te
puede ganar un partido.
¿River perdió por eso? ¿Porque Funes Mori iba a entrar por
Vangioni? ¿Porque Menseguez ingresó por Cavenaghi más para cubrir la subida de
Quiroga que para ir a buscar el segundo gol? No. Claro que no. River perdió por
dos errores individuales. Primero, uno propio: del gran Marcelo Barovero que
falla desmesuradamente a la hora de atrapar el remate de Zelarayán. El segundo,
del árbitro, que convalida algo que no vio ni que le señaló algún asistente
directo.
¿Se va a caer el castillo por esto? ¿Se van a morir las
ilusiones? ¿Vamos a mostrar enojo con el plantel y el cuerpo técnico? No, claro
que no. La situación de River lejos está de ser una catástrofe. No es que está
a 6 de la punta, o que viene de perder dos seguidos, o que no tiene ideas
futbolísticas. Está a 1 de la cima, tiene muestras de fútbol más que
interesantes y seguramente –por mérito propio y de los rivales- va a pelear el
campeonato hasta el final.
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