El empate aleja un poquito más a River de la punta. Lo pudo
liquidar, pagó su única desconcentración y terminó muy lejos de Orión. Pudo
ganarlo, también perderlo y se fue empatando. Si no gana Newell’s, puede endulzarse
un poquito, sin embargo, el puntito tiene gusto amargo.
No podíamos pedir nada más. Lanzini había hecho el gol más
rápido en la historia de los superclásicos. Lo único que no podíamos cambiar,
era la actitud. Si uno se dedica a defender un gol tempranero, probablemente
terminará sufriendo durante 85 minutos. River amagó con hacerlo, pero luego
pudo tomar el control del encuentro.
Estábamos en una nube. Funes Mori no llegaba a ese centro
atrás de Iturbe, Sánchez imitaba a Messi intentando colgar a Orión y demostraba
ser Sánchez. El medio de B*ca revoleaba más de lo que tocaba. El murmullo de
afuera era evidente, y Lanzini empezaba a crecer en su fútbol de la mano de
Ledesma. Faltaba Ponzio, que estaba pero no estaba.
Pero… como bien dijimos en esta columna la semana anterior,
River siempre tiene un pero. Una desatención. Un lateral largo, un intento de
anticipo que queda en nada, una avivada de Ledesma y una gran jugada de Erviti
dentro del área, ante un Ponzio que pasó de largo como colectivo lleno. El ex
Banfield tocó rápido al medio y antes que nadie, Silva le cambió la trayectoria
al envío y decretó el empate.
Otra vez. River ganaba, empezaba a controlar, no era eficaz
y terminaba sufriendo. Tras el tanto Xeneize, B*ca amagó a llevarse puesto al
Millonario. Quedó en eso, un amague. Sin embargo, con el correr de los minutos,
el equipo de Ramón pareció mirar con cariño el empate y no realizó demasiados
esfuerzos para que el resultado cambiase a favor.
¿Por qué? No lo puede responder este cronista. Quien escribe
no está capacitado como para explicar por qué salió Iturbe cuando ingresó Mora,
y no se la jugó con los rapiditos. Al principio, el cronista creía que era por
la altura en las pelotas detenidas en contra; sin embargo, la salida de Funes
Mori para que ingresase Carlos Luna, mostró lo contrario.
Seguramente, el empate se miró con cariño desde el
pensamiento negativo: “Preferible salir vivos y a seis de la punta… todavía
queda mucho. Es peor quedar a siete, y muerto anímicamente por perder ante el
rival de toda la vida”.
También es cierto que la valentía es la que te lleva a
conseguir objetivos impensados. Salir campeón es un objetivo impensado. Al
menos, con cualquier otro director técnico. Lo muestra River, domingo a
domingo. Salvo un par de excepciones (Barovero, Balanta, Ledesma, Vangioni o el
viejo Ponzio) ninguno de estos jugadores puede denominarse como jerarquía
absoluta. Al menos, no son jugadores que solos ganen un partido. Y si a eso le
sumamos que, como equipo, no hay una rebeldía que se mezcle con la valentía, el
campeonato pasaría a ser una epopeya.
Quedó lejos River, aunque mucho más cerca que en el pasado.
No está fuera de la lucha, claro que no. ¿Cómo va a estar fuera de la lucha si
está a 6 de la punta en el fútbol más irregular del planeta? Un aliciente, es
que se vienen los rivales más “sencillos” y eso invita a la ilusión. Eso, y
Ramón Díaz, aunque hoy… los cambios de Ramón fuesen un pelotazo en contra.
Falta mucho. Hay que tener memoria. Sobre todo en Julio,
pero más que nada, en Diciembre.




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