sábado, 24 de noviembre de 2012

¿Por qué está terminado el ciclo de Almeyda DT?



Cultura Riverplatense analiza el Torneo Inicial de River, y te cuenta porque –bajo nuestra opinión- el ciclo de Matías Almeyda como DT de River, está acabado.

Tras aquel liberador 23 de Junio, River retomó su camino a la Primera División. El objetivo de dejar atrás los fantasmas del descenso con un gran torneo, era el deseo de uno y cada uno de nosotros, los hinchas.

Con un equipo nuevo, y con los refuerzos más importantes recién llegados, River inició el Torneo Inicial con algunas dudas. Lógicas de un equipo que empieza a ensamblarse. El saldo de las primeras cinco jornadas, arrojaba la nada despreciable suma de 8 puntos. Pocos para ser River, claro. Bastantes para ser un equipo recién ascendido.

La fecha 6, ante Newell’s, sería el punto de inflexión. River jugaría su mejor partido del torneo, mereciendo ganar por goleada. Un triunfo de este estilo, ante uno de los candidatos a campeonar, y con una supremacía futbolística de aquellas; le daría al equipo la confianza necesaria como para cambiar el chip e ir por el campeonato.

Tras empatar de manera casi ridícula ante los dirigidos por Gerardo Martino, había dos certezas para ir a la cancha de Vélez. La primera, era que el símbolo del equipo Leonardo Ponzio, no podría jugar por acumulación de amarillas. La segunda, era que Vélez es un equipo con cuatro años de trabajo sobre el lomo.

Matías Almeyda apostó, una vez más, al sistema por encima de los nombres. Eligió a Ezequiel Cirigliano –de muy bajo nivel en el Torneo- para que sea el patrón de mitad de cancha. Con la apuesta de jugar con tres en el medio, sin un volante central de demasiada marca, intentó que Sánchez colaborara cerrándose y dejándole la banda a Luciano Abecasis. Justo el sector izquierdo del ataque de Vélez. Se sabe, los de Gareca intentan romper al rival desde allí, con las asociaciones de Emiliano Papa y Federico Insúa, sumadas a las salidas de algún delantero para ese sector.

Lejos de tomar los recaudos necesarios para la visita más difícil que tendría River (REITERAMOS: Un equipo en plena formación vs. Otro que tiene 4 años de trabajo), Almeyda decidió inmolar el esquema que más satisfacciones le podría haber generado al hincha.

Tras la derrota escandalosa -2 a 0 con un baile de aquellos-, el mismo Almeyda abrió el grifo de los rumores. Se sabe, en un Mundo River tan politizado, y con tanto chirolita con micrófono que anda dando vueltas, los rumores y las presiones serían más potentes que nunca.

Tambaleando, decidió hacerse eco de las críticas, e intentar blindar su lugar en el banco de suplentes. Y allí, arrancó con su laboratorio. Timorato, recibió a Racing y no le generó peligro más allá de algunos pelotazos a Trezeguet. Lejos de apostar una vez más a la movilidad de Mora o Villalva –el uruguayo llegó a la fecha 8 con una contractura-, volvió a su esquema favorito. El 4-4-2 con pelotazo hacia las torres como argumento principal. Colocó a Maidana de 4, aunque le duró sólo 10 minutos porque el ex Los Andes se rompió los ligamentos.

La derrota, una vez más, lo dejó al borde del adiós. Y, nuevamente, Almeyda apostó a blindarse. Puso cuatro centrales y tres mediocampistas con más marca que juego, para visitar Sarandí. De casualidad, sacó una goleada de la galera, en un partido aburridísimo que abrió Ponzio con un remate lejano, y que luego terminó gozando por la movilidad de Lanzini y la frescura de los últimos 20 minutos de Funes Mori.

De la misma manera, salió a jugarle a un Godoy Cruz que cayó en la trampa. El 5-0 a favor, le terminó de entregar el aire necesario para asegurarse la estadía en el banco de suplentes aunque sea hasta el encuentro ante Boca.

Cayó derrotado con Quilmes por un error de Bottinelli, aunque River no generó juego en ningún momento. Y llegó al Superclásico. Su defensa fue: Mercado, Pezzella, Bottinelli y Funes Mori. Desde el vamos, la salida clara y con pelota dominada decía ausente y con aviso.

En ventaja desde el comienzo del encuentro, no se animó a colocar a Villalva por izquierda tras la lesión de Martín Aguirre. Era otro punto de inflexión. Ganar el clásico, le permitiría a River encarar con confianza la recta final del campeonato. Albin, uruguayo lateral derecho de los primos, no cazaba un fulbo, ni defendía ni iba al ataque. Mora se cansaba de ganarle la espalda para enfrentar a Schiavi mano a mano.

Una dupla Villalva – Mora hubiese sido letal para un Boca frío y con más ganas de perder que de ganar. Más aún (y esto no puede adjudicársele a Almeyda, por una cuestión lógica) luego de que en el segundo tiempo, Falcioni quemara las naves y mandase a Colazo al lateral izquierdo. Ambas bandas, serían una invitación constante a la gambeta y movilidad del Keko y el Uruguayo.

El empate en el final, luego de ir ganando 2 a 0, terminó con el poco crédito que le quedaba al DT para encarar la recta final del torneo sin la lupa encima. Decidió ir a cancha de All Boys, a jugar al pelotazo para Mora, y se terminó conformando con un punto. Lejos de asociar a los jugadores que tenían movilidad y buen pie, los separó. Hizo ingresar a Villalva, pero antes sacó a Mora.

La mala puntería ante Atlético de Rafaela, no puede objetársele a Matías. Quizá, el de Rafaela, fue el mejor partido de visitante que hizo River, y un triunfo hubiese sido más que justo.

El encuentro ante Argentinos, volvió a demostrar una vez más el déficit de River. Poca generación de juego, se transforman en escasas llegadas al arco rival. Y si esas escasas llegadas no las convertís, termina siendo un magro 0 a 0 (idéntico desarrollo al encuentro ante San Lorenzo, por la 4ª fecha).

La gota que colmó el vaso, fue el encuentro de ayer ante Independiente. Superado desde el minuto uno, River no aprovechó su momento del encuentro. Tras lograr la ventaja, por el desastre defensivo que es Independiente, Almeyda apostó a cuidar el resultado. Sacó a Mora –lesionado- e hizo ingresar a David Trezeguet. Hasta allí, no hay demasiado por criticar. Dos jugadores con características diferentes, pero un cambio obvio por ver las variantes que había en el banco.

Sin embargo, al mismo tiempo que realizó la primera modificación, incluyó a Facundo Affranchino por Daniel Villalva. El mismo Villalva que había hecho la jugada del gol. El mismo Villalva que le presentaría movilidad a River para sentenciar el encuentro ante una defensa que se suponía que se iba a abrir más de lo que ya estaba abierta. El mismísimo Villalva que, en ese momento, necesitaba un voto de confianza.

El final es conocido. River terminó pidiendo la hora, y el DT valorando el punto por “lo mal que se jugó en todas las líneas”.

En resumen, tras dirigir 61 partidos, los interrogantes de Matías Almeyda como entrenador siguen siendo los mismos. ¿Cómo generar juego? ¿Cómo soportar la presión? ¿Cómo sentenciar un partido? ¿Cómo lograr firmeza defensiva? Pero el más importante de todos: ¿Cómo ser un verdadero equipo?

Esta editorial, lejos de sentenciar a muerte el futuro de Matías Almeyda, sólo pide un respiro. Agradecidos por haber tomado un barco a la deriva y haberlo devuelto a su lugar, creemos que el León se merece una segunda oportunidad en el futuro. Con más experiencia, con un club tranquilo, y sobre todo con menos presión política. Mientras tanto, nuestro corazón ya sufrió bastante en 2011, y si éste barco no pega un volantazo con acento riojano, la tragedia futbolística puede repetirse. Y sin dudas, ni nosotros ni Matías, queremos volver a sentir esa sensación. 

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