River cayó ante Quilmes, y retrocedió los mismos casilleros
que había avanzado con las victorias ante Arsenal y Godoy Cruz. Para colmo de
males, el promedio vuelve a asomar en el horizonte, y el rival de hoy ya se colocó a un
punto.
Ver los primeros diez minutos de los encuentros de River,
cualquiera que fuese, es una monotonía. Se sabe exactamente que va a pasar. Detalles
más, detalles menos, el equipo de Almeyda demuestra desde el minuto cero, su
inexpresividad.
River sale a ver qué pasa. Cómo se planteará el partido, qué
idea tendrá el rival, cómo estará el campo de juego, si el cielo mostrará el
sol o si del mismo caerá la lluvia. Todo, absolutamente todo, es más importante
para River que sí mismo. ¿Por qué?
La historia millonaria indica que, se juegue donde se
juegue, y se llame como se llame el rival, River tiene que salir a dominar el
encuentro. A pensar en sí mismo, y después ver que pasa con el rival, si es que
éste sobrevivió a los primeros quince, veinte o veinticinco minutos de asfixia futbolística.
Nada de eso sucede. Ni en la semana, ni en el día del
encuentro. Dijimos desde aquí que colocar una defensa con cuatro centrales era
pensar en el rival y en el arco propio. También dijimos que poner ocho tipos
que corran y tres que intenten jugar era desequilibrar el equipo, por más de
que el nuevo discurso periodístico del fútbol moderno aclare todo lo contrario.
Hoy no fue la excepción. River demostró su nula capacidad de
ideas. Como también hizo en el primer tiempo ante Arsenal, y cómo no se lo
permitió Godoy Cruz, estando 2-0 abajo a los 15 de los primeros 45 minutos.
Depender del error rival, puede resultar beneficioso en uno,
o dos encuentros. Ahora, que esa sea tu arma principal, invita a que tengas un
100% de eficacia. Hoy, el error rival existió, pero la efectividad millonaria
no apareció. Luna quedó casi mano a mano con Tripodi, pero su remate seco salió
directo hacia las manos del portero rival, y la ilusión se esfumó.
Se podrán rescatar los minutos posteriores en lo que se
estuvo en desventaja. Varios aplaudirán “los cambios” del DT, excusándose que
probó un 4-3-3 y luego un 3-3-1-3. ¿Sirve pedir la sal cuando ya se está
comiendo el helado? En éste club, claro que no.
River carece de todo. De ideas, de proyecto, de jerarquía.
Será cuestión de ajustar los detalles y salir adelante. ¿Se hará? Difícil. En
River, no Passa nada.




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