Editorial de Cultura Riverplatense sobre el momento
institucional del Club, sus internas políticas, el oficialismo, la oposición y
la gente. ¿Quién es el indicado para gestionar a la institución en éste
momento? ¿Existe?
ACLARACIÓN: Antes de ni siquiera comenzar a escribir estas líneas, vale
aclarar que este rejunte de palabras no remite a las ideas exactas del
Peronismo como partido político, sino a su movimiento popular y la idea de que,
quien esté en el poder, represente el interés de todos los “normales” que no lo
están.
Lunati se dio vuelta, miró la mitad de cancha y sopló su
silbato para dar por finalizado el décimo encuentro en el que River no puede
ganar de local. Automáticamente, la gente explotó. Gritos, insultos, chiflidos
y pedidos. Que vuelva Ramón, que se vaya la comisión, que los jugadores den
más, que no apuesten sólo por el desborde mediocre y el centro aún peor, que pateen
al arco, que defiendan… en fin, miles de pedidos.
Parece la misma película de siempre. De hace años. De 2005
para acá, la gran mayoría de los encuentros tienen las mismas críticas, los mismos
pedidos, pero sobretodo los mismos enojos. O mejor dicho, en singular: el mismo
enojo. Va más allá de lo futbolístico, de los tres pases seguidos que son
imprescindibles para un equipo que dice jugar bien, de las contrataciones, o de
si la pelota pega en el palo, la ataja el arquero rival o entra.
La gente de River, ayer, se expresó por un cambio. El mismo
cambio que se pide desde 2007. El pedido es para la Comisión Directiva. Son
ellos los principales responsables de llevar a River, nuevamente, a ser el club
más grande de América. Son ellos quienes en sus manos tienen el poder para
cumplir los deseos de todos los socios que se unifican bajo el nombre de River
institución. Los dirigentes, son los que a través del estatuto, deben gestionar
para que el club a nivel institucional y deportivo vuelva a tener la grandeza
que siempre lo caracterizó.
Pero mientras Passarella denuncia una “campaña mediática en
contra de la CD”, y olvida algunos errores de su gestión, desde el otro lado
sólo existe una carrera por el sillón presidencial de River. Cuándo hablamos
del “otro lado”, la referencia es clara: la oposición.
Quien queda en medio de esta disputa, nada más y nada menos,
es River. El único damnificado de una guerra de intereses personales. Se sabe,
desde el sillón de Figueroa Alcorta, la llegada a los negociados y los vueltos,
es mucho más directa. ¿Hay alguien que quiera ese sillón sólo por River?
Tememos que no. Y si los hay, son los menos.
Es ésta encrucijada la que motiva éste tinte editorial.
¿Quién salva a River? La respuesta es una sola: sus socios. La gran mayoría de los personajes que se encuentran en la política riverplatense están conectados –directa
o indirectamente- con la etapa nefasta del Aguilarismo.
Es decir, unos más, otros menos, todos son responsables de
que River haya sufrido un saqueo económico e institucional como el que está a
la vista. Compartiendo negocios, abriendo puertas para que estos se hagan, o
simplemente callando y ocultado los mismos. El único damnificado, es siempre el
mismo, River.
Cuando hablamos de Peronismo en River, nos referimos al
movimiento popular. La situación invita a que se cree en nuestra institución.
Todos aquellos que abonamos mensualmente una cuota social, para colaborar con
el club, buscamos el mismo fin: la resurrección riverplatense. Es evidente, que
ninguno de los que está adentro –o desean hacerlo- representan estos intereses.
No al menos como objetivo primario.
Es hora de que la gente levante a éste gigante dormido que
es River. De cara a las elecciones del 2013, es indispensable que entre todos
los socios formemos un frente común. ¿Quién va a la cabeza? Después lo vemos.
Lo importante es que la voz del socio, realmente sea representada por una
agrupación unificada. Y para componer la misma, nada mejor que –justamente- los
socios.
Javier Cantero, Rubén Vázquez, Claudio Keblaitis y miles más
que están en el anonimato, lo lograron y vencieron en el Club Atlético
Independiente a una lista que incluía apoyo de la política nacional, del
sindicato más fuerte del país, y de la siempre mafiosa barrabrava. Un verdadero
aparato político. Sin demasiados ingresos económicos, o publicidad mediática.
¿Por qué no podemos soñar con eso en River? ¿No tenemos gente
común y capaz que esté harta de tanto negociado y quiera tomar, de una vez por
todas, el toro por las astas? Desde Cultura Riverplatense, estamos seguros que
sí; sólo hace falta organización. River, como siempre, nos espera.




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