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| El hincha sufre las consecuencias, los demás siguen tranquilos |
La semana pasada, en éste mismo espacio, titulamos el
análisis editorial con la palabra Auto – boicot. Hoy, lamentablemente, podría
utilizarse el mismo encabezado agregándole la palabra general, en el final. ¿Por
qué? Enterate leyendo la Subjetividad al Palo de Cultura Riverplatense sobre la
séptima fecha del Torneo Inicial 2012.
Dos minutos de juego. Vélez ya había tenido un tiro libre
que Barovero había resuelto bien. River no encuentra la pelota y es asfixiado
por el planteo táctico de los de Liniers. Los de Gareca atacan, toma la pelota
Cabral quien desde el centro del campo abre hacia su izquierda. Allí hay un
surco. Enorme. Todo verde. Espacio vacio. En unas milésimas de segundo
aparecerá Emiliano Papa, lateral izquierdo de Vélez. Tras él, ira Rodrigo Mora.
La jugada culmina sin peligro, pero a 20 metros del área de River, y con el
uruguayo como primer marcador. Haciendo su trabajo y el de Sánchez, que está
desaparecido en el medio.
Las siete líneas anteriores, describen la imagen de lo que
fue todo River ayer. Un descontrol. Una incoherencia tras otra. Un equipo
perdido desde lo táctico hasta lo psicológico. Su wing derecho, terminaba
jugando como lateral bis. A su mejor jugador, se lo volvía a asistir a través
del pelotazo. El juego asociado brillaba por su ausencia. Y la gente explotaba.
La improvisación en algunas decisiones, la falta de
comunicación institucional que aclare cual es el rumbo que ha tomado el club,
la interna política, el fantasma de Ramón Díaz sin trabajo, y las elecciones de
2013 a la vuelta de la esquina; son un combo letal. Todos están bajo el punto
de mira. Oficialistas, opositores, cuerpo técnico y la gran mayoría de los
jugadores. Nadie se salva.
El socio común no aguanta más. Canjes de entradas, un equipo
más o menos, la insistencia de algunos sectores del periodismo con el tema del
promedio, la promesa de un equipo espectacular que todavía no es un equipo, el
maltrato institucional. Todos son argumentos claros para que el hincha muestre
su inconformismo.
Ayer se le sumó uno más: la presencia de algunos delincuentes
que, en asociación ilícita con ladrones de guante blanco, dan la nota y siguen
dañando a la imagen de la institución. Desde el domingo pasado, cuando había
extrañas presencias en la tribuna Centenario, se olía de lejos un nuevo
quilombito en las tribunas.
El sillón de Presidente es un sitio tentador para muchos.
Desde oficialistas hasta opositores. Y River queda en el medio. Porque es el
club el utilizado por diversas personas para llevar a cabo sus negocios personales.
Es el club el que queda manchado cuando un opositor le embarra la cancha a la
actual gestión. Es el club el que queda dañado cuando la actual gestión muestra
su ineptitud tomando las decisiones que toma, que no muestran un mínimo de
mejora para River. Somos los hinchas los que sufrimos con el canje de entradas,
con los horarios que dispone AFA y con el maltrato policial que existe cada vez
que River juega, más allá de su condición.
Son varios los que expresan la famosa frase que dice “River
por sobre todos los nombres”. Sin embargo, la gran mayoría expone su ego
personal por sobre el bien de la institución a la hora de actuar. Oficialismo deberá tomar
decisiones benéficas para el club, por más de que el orgullo de algún dirigente
tenga que ser doblado y guardado en su maletín. Oposición deberá demostrar la
máxima lealtad hacia la institución, colaborando con proyectos, con ganas y sin
embarrar la cancha para demostrar lo mala que la gestión Passarella. Créanme,
el hincha de River ya lo sabe. No hace falta armar nada en ninguna tribuna, o
en algún medio de comunicación.
Cuerpo técnico deberá aceptar sus limitaciones, y trabajar
sobre ellas. Y jugadores deberán mirarse al espejo cada partido antes de salir
a la cancha, mirar sus camisetas y agradecer. Tienen la posibilidad de formar
parte del club más lindo de la Argentina. Tienen que demostrar ese orgullo, en
la cancha.
¿Por qué? Por nosotros. Por el sentimiento. De nada sirve jugar con la ilusión de millones de hinchas que se prenden a la televisión o a una radio, a lo largo y ancho del planeta. Y si no les alcanza con lo afectivo; de nada sirve jugar con el dinero de decenas de miles de socios que se esfuerzan todos los meses para aportar la plata de las altas cuotas sociales que en la actualidad posee nuestro club. Al fin y al cabo, somos nosotros los que siempre estamos.





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